La poesía es palabra para sentir
y no conviene constreñirla: Los dichos de amor es mejor declararlos en su
anchura, para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de
espíritu, que significan encarecimiento
afectuoso. Los cuales, cada vez que se dicen, dan a entender del interior más
de lo que se dice por la lengua.
Tiene la poesía una prerrogativa
fundamental: la de reclamar la colaboración del receptor para suplir las
deficiencias comunicativas.
Consciente de la inefabilidad de
la experiencia a comunicar, San Juan de la Cruz evita por todos los medios
conducir la comprensión por un único camino. En sus poemas mayores no busca
hablar al entendimiento sobre los principios teológicos de la mística, sino
mostrar al sentimiento sus consecuencias vivenciales últimas.
La inefabilidad de la aventura es
continuamente señalada: por la falta de concreción, por las asociaciones
paradójicas, por la explicitación de la misma -uno no sé qué", "donde
no supe", "aquello que", etc.-, San Juan de la Cruz se acerca a
la expresión de lo inefable con una preocupación intensa por subrayar que es inefable.
Así pues, lo que, en principio, debería ahogar el mensaje en su raíz, se
convierte en parte sustancial del mismo, exigida por la necesidad de sugerir la
intensidad de la experiencia. Recordemos una parte de la declaración de la
primera canción de la "Llama de amor viva": para encarecer el alma el
sentimiento y aprecio con que habla en estas cuatro canciones, pone en todas
ellas estos términos ¡oh! y cuán. Su interés por adentrarse en tan recónditos
ámbitos le trae hasta nuestros días, en que herederos de los románticos, y
sobre todo de los simbolistas, hemos querido utilizar y entender la poesía como
instrumento de indagación y expresión de lo subconsciente o ultraconsciente.
San Juan de la Cruz es, por teoría y práctica poéticas,
un autor cercano a nuestro tiempo. Proclaman su contemporaneidad el ejercicio
de una poseía "abierta hasta las más remotas resonancias" en los grandes poemas; pero también -acompañando
y sustentando esto- sus reflexiones metalingüísticas y metaliterarias. Sino y
signo de nuestro siglo –motor fundamental del incesante sucederse de
vanguardias y experimentalismos- es la indagación sobre los vehículos de comunicación.
Pero, por otra parte, la poesía
de San Juan de la Cruz es reacción, es combustión, que se produce en un momento
dado de la trayectoria de la cultura y de la literatura española. Interesa saber
qué palabras -conceptos, modelos, recursos, ritmos- están a su disposición
cuando nuestro poeta lleva a cabo esa búsqueda
a la que se refiere su precisión de más arriba. Es mucho lo que
encuentra y asume su "lirismo integrador" -en expresión de Jorge
Guillén . Sin ataduras, sin prejuicios de procedencia cultural, recurrirá aquí
y allá a la búsqueda de los efectos de amor. Estos son los que dan coherencia a
sus recursos, los que integran las distintas tradiciones que aprovecha.
Lo primero que se impone ante el lector de la
poesía de San Juan de la Cruz, es la intensidad del sentimiento. El asombro de
sus versos comienza por la expresión de un concepto de la fuerza positiva y
universal del Amor, llevado a sus más altas cotas. San Juan de la Cruz formula
una infinitud, una elevación del sentimiento, que evidentemente se explica
desde su referencia mística, pero que no por eso anula sus posibilidades de aplicación
a un amor humano ideal -como el hombre anhela, aunque no consigue-, superador
del tiempo y del espacio.