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Nada humano me es ajeno

viernes, 29 de noviembre de 2013

Palabras, palabras, palabras


Hablar, todos hablamos, unos más y otros menos; conversar, depende de la actitud y del contenido que aportamos a esta actividad.Hay épocas, semanas, en las que la información parece multiplicarse que se multiplica. Se juntan varios asuntos de importancia (según los medios,), y crece exponencialmente la tinta impresa y... los bits y palabras que se mueven por internet.. Evidente, estamos en la sociedad de la información, y tiene que crecer y crecer este fenómeno que da nombre a nuestra época. Por eso me ha llamado la atención un escrito de Albino Luciani, el que sería Juan Pablo I, titulado precisamente “palabras, palabras, palabras”. Han pasado varias décadas, pero no ha perdido actualidad. Luciani no habla de las palabras en los medios de comunicación, sino de las palabras en la comunicación, en el contacto cercano con las personas, eso que llamamos sencillamente conversación.

En pocas líneas, describe los maravillosos efectos de esta actividad: “Nos acerca a los demás y nos da un profundo sentido de nosotros mismos; aligera nuestras fatigas, nos distrae de las preocupaciones, desarrolla nuestra personalidad y vigoriza nuestros pensamientos”. La ansiada medicina de los buenos psicólogos y pedagogos, barata, a la mano y con escasos efectos secundarios. ¿Se puede pedir más por menos?

Espigando entre sus escritos hay varios elementos que componen esta conversación. Habría que hacer una aclaración previa: conversar no es hablar, igual que con frecuencia los medios de comunicación comunican poco (y entretienen y mueven incluso demasiado). Hablar es decir palabras, emitir sonidos que son captados e interpretados por un oído humano. Conversar es intercambiar almas, comunicar parte de mi alma y recibir parte del alma del otro, para construir juntos, aunque sólo sean unas sanas bromas que nos entretienen y nos hacen descansar.

Uno de estos elementos es la acogida y la escucha. Con los avances actuales resulta demasiado fácil dejar de escuchar. Hay mucho ruido alrededor, la televisión, la radio, la música, y si nos cansamos, con un solo botón dejamos de escuchar esa cadena, esa música, y pasamos a escuchar otra cosa. En la conversación no tenemos ese mando, pero nuestra atención puede moverse igual de rápido. Y si no me interesa, tengo muchas cosas en que pensar. Seguimos oyendo, pero escuchamos las palabras, sonoras o insonoras, que nos interesan.

Sinceridad, el caballo de Troye de nuestra sociedad. En los medios de comunicación, esos que inundan nuestro universo con sonidos, imágenes y palabras, abundan por desgracia ejemplos de la actitud contraria: el político, el banquero, el “showman” de las revistas del corazón, que hoy dicen casi una verdad, y mañana afirman casi la verdad contraria. Los bancos necesitan dinero, pero pagan grandes pre-jubilaciones a determinados consejeros. El estado tiene que recortar gastos en sanidad, educación, pero da subvenciones artificiales a grupos que ni aportan ni producen nada. ETA anuncia su final, ha vencido la democracia, pero sigue viva, con dinero, con armas, con poder. ¿En este ambiente en el que parece que la verdad brilla por su ausencia, nos acecha la tentación de traducir esa falta de sinceridad a nuestra vida diaria, a la comunicación de todos los días, a la conversación.

Por último, tres notas que sintetizan una buena conversación: con contenido útil, interesante, agradable. La última nota es la más inmediata, primaria, externa. “Estoy a gusto”, afirmamos para resumir el contacto con una persona. Surge en nosotros ese sentimiento de complacencia, de disfrute, incluso sin racionalizar por qué nos sentimos así. La segunda característica, contenido interesante, es para nota. En ocasiones es interesante por el buen conocimiento de un tema, la exposición amena y clara, la brillantez intelectual. Pero sobre todo es interesante cuando hay comunión de intereses, un interés común en el tema, y sobre todo en los participantes de la conversación. El interés intelectual a veces no está a nuestro alcance, pero siempre podemos tener el interés cordial, afectivo, sincero por el otro.

Contenido útil, bien entendido. Una conversación útil, en una reunión de trabajo, es la que nos lleva a aclarar ideas para orientar correctamente el proyecto. En un artículo informativo un contenido útil es aquel que expone con claridad los hechos y posibles atenuantes, informando con precisión y amplitud. En una conversación con un amigo, por ejemplo, un contenido útil es aquel con el que aporto algo al que me escucha: una idea, un matiz, o simplemente una sonrisa, una comprensión, una expresión de mi cariño y comprensión.

Hablar, todos hablamos, unos más y otros menos; conversar, depende de la actitud y del contenido que aportamos a esta actividad.

Estamos a punto de celebrar el día de los difuntos, y sobre todo el día de los santos, el día de San Don Nadie. Nadie, porque no sabemos muchos de sus nombres, pero santo, buenísimo. Uno de los termómetros de esa vida santa, y de los caminos para llegar a ella, está ahí, en algo tan cotidiano como la conversación.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

La locura de don Quijote

Como casi todos los días, anoche escuché, una vez más, "The imposible dream", sólo pensando que debo ser una “simple”en estos tiempos en los que a muchos nos truncan el derecho de poder soñar. La letra tiene muchas lecturas. Cada quien es dueño, de quedarse con la deseada. En mi caso, es la lectura de una “soñadora de pocos probables y demasiados imposibles”. Recuerdo cómo me argumentó  un amigo del alma hace unos catorce años:“eres como el Hidalgo Caballero, siempre luchando contra molinos de viento”. Eso debe decir algo, aunque no sé si a mi favor. Soy soñadora y no lo escondo, soy soñadora de un mundo más justo (no en este mundo en el que andamos atrapados y que la difamación, la mentira, es el pan nuestro de cada día). Soy soñadora, porque tengo cierto parecido a Aldonza, y,  a partes iguales, a las maneras del atribulado Sancho y del luchador Quijote...

Soy soñadora, siempre lo fui y ojalá nunca me falten los “sueños”, aunque ruego que me abandonen las “pesadillas” que hacían al “Ingenioso Hidalgo”, ver lo que no eran realidades, aunque tuviera siempre a Sancho para devolverle a la misma, por dura que parezca. Y si me dejan seguiré soñando, nunca despegados los pies del suelo.

Os transcribo, el diálogo memorable protagonizado por Peter O´Toole y Sofia Loren:

"Ahora, debo considerar como los sabios del futuro describirán esta histórica noche, mucho tiempo después que el sol se retirase a su lecho, oscureciendo las puertas y ventanas de La Mancha, Don Quijote con paso decidido y firme expresión en su rostro, vela armas en el patio de un magnifico castillo, torpe fabulador de vanas glorias. Ésta, de todas las noches, la menos venturosa para dar rienda suelta a la vanidad, ¡no Don Quijote!, ¡No! Inhala un aliento de vida y considera como debes vivirla, no pidas nada para ti, sino para tu alma, ama no lo que eres, sino en aquello en lo que te puedes llegar a convertir, no busques el placer, pues podrías caer en el infortunio de encontrarlo en demasía, mira siempre adelante, en los nidos de antaño, no hay pájaros de hogaño, sé cabal con los hombres, sé cortés con las mujeres, vive con la imagen de aquella que alienta y justifica todas tus proezas, vive por Dulcinea.
- Aldonza: ¿Por que hacéis estas cosas?
- Don Quijote: ¿Qué cosas?
- Aldonza: Estas ridículas cosas que hacéis
- Don Quijote: Por añadir una pizca de nobleza a este mundo
- Aldonza: El mundo, el mundo es un estercolero y nosotros no somos sino gusanos que nos arrastramos por él.
- Don Quijote: Mi señora sabe que hay algo más noble en su corazón
- Aldonza: Lo que hay en mi corazón hará que me gane la mitad del infierno y vos señor Don Quijote os voy a moler a palos.
- Don Quijote: Ganar o perder poco me importa
- Aldonza: ¿Qué os importa?
- Don Quijote: Perseguir un ideal
- Aldonza: (Escupe) por vuestro ideal… ¿Qué significa? ¿Qué es un ideal?
- Don Quijote: Es la misión del verdadero caballero, su deber ¡no, no!, Su deber ¡no!, Su privilegio.

Solo tenéis que escuchar,  para poder asimilar no solo la voz, si no la letra.

"Con fe lo imposible soñar
al mal combatir sin temor
triunfar sobre el miedo invencible
en pie soportar el dolor.
Amar la pureza sin par,
buscar la verdad del error,
vivir con los brazos abiertos,
creer en un mundo mejor
Es mi ideal
la estrella alcanzar
no importa cuan lejos
se pueda encontrar
luchar por el bien
sin dudar ni temer
y dispuesto al infierno llegar si lo dicta el deber
Y yo sé
que si logro ser fiel
a mi sueño ideal
estará mi alma en paz al llegar
de mi vida el final
Será este mundo mejor
si hubo quien despreciando el dolor
combatió hasta el último aliento
Con fe lo imposible soñar
y la estrella alcanzar
¡Ojalá existan tantos Quijotes como Sanchos!: "oro gallo nos cantaría" Hoy me quedo con otra cita de Miguel de Cervantes que avergüenza a los tiempos que corren:
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.”

martes, 26 de noviembre de 2013

Sentido común

A pesar de todas las definiciones que se le han dado a lo largo de la historia, el sentido común es un concepto muy difícil de describir, aunque sea un atributo muy utilizado y muchos se refieran a él sin darse cuenta de la verdadera realidad que éste implica.
Se podría decir que el sentido común es lo que la gente piensa a nivel general sobre un tema en particular. Es como una especie de “acuerdo natural” que las personas hacen sobre algo. Es una forma de juzgar razonablemente las cosas, sin necesidad de que una determinada información esté comprobada científicamente; lo único que importa es que la mayoría de las personas lo consideran cierto.
Un factor importante relacionado con el sentido común es la experiencia que cada persona ha tenido en el transcurso de su vida. Muchas de esas experiencias nos aportan conocimientos valiosos y positivos, por lo que, según el conocimiento que se adquiriere en base a esas experiencias, se establecen creencias que a nivel popular se consideran de buen juicio.
Toda persona, a lo largo de su vida, se encuentra frecuentemente con situaciones que le suponen un dilema, momentos en los que ha de tomar una decisión. Cuando llegamos a este punto, solemos confiar en nuestra experiencia, sabiduría y, por supuesto, nuestro sentido común… Pero ¿sabemos utilizar este “sentido” correctamente? Pues la verdad es que muchas más veces de lo que creemos la respuesta es NO.
Tomar una decisión a la hora de elegir un objeto material puede ser una tarea más o menos sencilla, pero hacerlo con personas y situaciones, no siempre es tan simple y nos vemos supeditados a la presencia de nuestros sentimientos y emociones, a nuestro estado personal en ese momento.
Es más, en situaciones comprometidas, como cuando alguien nos pide un favor o simplemente una opinión, cuántas veces nos hemos sentido abocados a hacer o decir aquello que, en realidad, no queremos hacer o no pensamos.
Cada cual, dependiendo del momento, la situación y las circunstancias, adopta una postura, que es la que cree más adecuada y conveniente de acuerdo con sus propios deseos y convicciones. Y aunque lo ideal es tomar una decisión sin presiones externas sociales, preservando un cierto grado de autodominio, a la hora de la verdad muchas veces es el “qué dirán”, el “qué pensarán”, o los propios prejuicios los que nos impiden actuar serenamente y con sentido común.
El sentido común nos debería proteger de cometer errores, de caer en problemas o conflictos, y como consecuencia, de que la propia humanidad sucumba a su total falta de sensatez, entonces preguntémonos: ¿Talar sin medida los bosques y las selvas para utilizar la madera de sus árboles o producir enormes pastos, es de sentido común? ¿Matar elefantes indiscriminadamente para conseguir el marfil de sus colmillos y hacer adornos, es razonable? ¿No compartir las riquezas, el agua o la comida con nuestros semejantes y vivir para acumular, es normal? ¿Agredir a otra persona por ser de una ideología o equipo de fútbol distintos al nuestro, tiene sentido? Aquí la respuesta es incluso más obvia, entonces, ¿qué nos está pasando?.
Seguramente nos parecerá que cualquier animal tiene más sentido común, y es cierto, pues no tiene tantas cosas en qué pensar, ni tanto que sopesar para tomar una decisión. He aquí nuestro eterno dilema: los humanos disponemos de tantas posibilidades de acción que muchas veces nuestra mente no es capaz de valorarlas todas con el tino suficiente como para llegar a una conclusión realmente beneficiosa para nosotros, tanto a corto, como a medio o largo plazo.
Uno de los principales obstáculos que encontramos en este sentido, es la gran importancia que le hemos ofrecido las personas a nuestras “necesidades”. Nos decimos constantemente: “necesito tener bastante ropa, para vestir bien en todas ocasiones”, “necesito tener un teléfono móvil”, “necesito un televisor”, “necesito amueblar la casa y decorarla con objetos bonitos”, “necesito tener un coche”, “necesito un ordenador”…, en fin, la lista es realmente interminable, y eso que sólo describo algunas de las “necesidades” más habituales. Pero no nos olvidemos de las necesidades no materiales, que han sido elevadas por nosotros mismos al nivel de necesidades irrenunciables: “necesito tener pareja”, “necesito tener muchos amigos”, “necesito tener un hijo”, “necesito ir de vacaciones a tal o cual sitio”, “necesito tener un cuerpo perfecto”…
¿Es realmente todo esto necesario? Si intentamos razonar con algo más de claridad, nos daremos cuenta de que algo se considera necesario cuando sin ello nuestra vida podría verse seriamente afectada o dañada. ¿Es así en estos casos? Alguna de las cosas que verdaderamente necesitamos son, por ejemplo, comida, agua, ropa, una casa donde vivir o un sitio para descansar y dormir. Todo lo demás es deseable, pero jamás necesario y para nada imprescindible. La prueba está en que muchas personas que no se consideran socialmente atractivas son felices; también hay muchas que no tienen buena salud pero eso no les impide disfrutar de la vida, numerosas personas sin objetos de lujo también son felices...
Por desgracia, nos rodeamos de necesidades nuevas a diario sólo por el hecho de verlas en los demás y de no querer ser “menos” que ellos, cuando sabemos que muchas personas viven prácticamente  sin nada y eso no les hace ser menos felices. Al contrario: liberarse de las ataduras "impuestas" nos convierte en personas acomplejadas, infelices, en permanente conflicto consigo mismas y con los demás.
Aceptemos nuestra realidad personal con sentido común. Vivamos de cuerdo con él y, probablemente, aunque de modo imperceptible, lograremos cambiar lo que nos rodea.