Son las estructuras arquitectónicas simples las que
finalmente superan a las complejas. Son los productos simples, los que venden
más. Son las soluciones simples, las que finalmente terminan adquiriendo las
empresas.
Pero sin embargo, muchos alegan que la simplicidad es un
término subjetivo, que dependerá de cada persona y cada forma de ver el mundo,
y que por tanto la simplicidad en sí misma no tiene mucho sentido que digamos.
A esas personas, hay que decirles que puede no haber una
simplicidad absoluta, por supuesto que puede haber una simplicidad relativa. Es
decir, si bien no podríamos establecer en términos concretos qué sería lo más
simple en el mundo o en el universo, sí lo podríamos hacer con un número limitado
de opciones o alternativas: no existe un
solo camino a la simplicidad, existen quizás tantos caminos hacia la vida
simple, como personas que la estén buscando ahora mismo.
Creo que sobra decir que una vida simple trae consigo
montones de ventajas, entre las que podríamos mencionar someramente:
•Ausencia de depresión y estrés.
•Tranquilidad.
•Claridad en las metas y logros.
•Armonía con el entorno.
•Toma de consciencia de nosotros mismos y de lo que nos rodea.
•Vida con propósito.
Quizá no exista una sola definición. Alguien podría decir,
que vivir simple es tener una cabaña en el monte, sin electricidad, y tan sólo
un libro, y en la noche simplemente duermas a falta de luz. Para mí, eso no es
una vida simple, aunque para muchos sería lo más ideal.
La idea entonces más básica sobre la simplicidad es la de
conservar espacios prioritarios para lo más esencial. No necesariamente
espacios físicos. Más bien algo así:
•Aquellas actividades que amo hacer.
•Personas con las que me gusta estar.
•Objetos que son indispensables para mí.
Y entonces, para
simplificar tu vida, lo que tienes que hacer es remover lo que no es esencial,
poco a poco.
El camino que tomes entonces a la simplicidad llenará tu
vida de valor. Te hará rico y abundante, te convertirá en alguien que vive
intensamente cada momento y que aprecia lo que tiene, así como se apasiona por
lo que hace y por lo tanto es feliz.
“Sancta simplicitas”, como dijo en una ocasión Pío XII.
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