Juan de la Cruz no intenta presentarse como poeta, si
escribe poesía lo hace por necesidad, como un medio de comunicar su experiencia
viva de Dios, y como poeta nos pasma su maestría, pues no hay nada de improvisado
y de aficionado en sus obras. Esto entona
muy bien con aquello que, siglos después, Rilke recomendaba a un joven
que pretendía ser poeta: “Una obra de arte es buena cuando brota de la
necesidad”. Pero hay que decir que aun cuando hay de por medio una necesidad,
intervienen también la capacidad y el alma de poeta del místico Juan de la
Cruz, quien supo crear una poesía capaz de resistir la más rigurosa crítica
literaria deexpertos de la talla de Dámaso Alonso, Carlos Bousoño,Jorge
Guillén, José María Valverde, Gerardo Diego, JoséMaría Pemán, Eugenio d’Ors,
Jean Baruzi, José LuisAranguren, entre otros.
Uno de ellos, Menéndez y Pelayo,califica esta poesía de
“angelical, celestial y divina”. José García Nieto exclama así ante la obra
magistral del fraile carmelita:“¿Qué tiene esa poesía que de tal manera
convence y emociona a hombres tan alejados de aquel tiempo en queel Santo la
escribió; que ha permanecido valiosísima y viva después de tantas revoluciones
líricas?”
Comenta José Luis Aranguren: “La poesía de San Juan de la
Cruz no es un fin en sí, no es exenta, autónoma o autosuficiente, sino que se
orienta a un ‘para qué’ exterior a ella misma”. Los
poemas mayores, conectados a una secuencia declaratoria en prosa, poseen un
sentido intrínseco, esto significa que bien pueden leerse al margen de las
declaraciones de corte místico o religioso por parte del autor.
Puede decirse entonces que la doctrina mística se apoya sobre los poemas, de tal manera que éstos
poseen para el santo un sentido alegórico de la experiencia mística. Ruiz
Salvador hace ver que “los poemas, que constituyen el núcleo de su mensaje, se
proponen cantar y contar las realidades divinas en que ha participado. Los
comentarios declaran la poesía y mantienen, por consiguiente, la finalidad
descriptiva en primer plano”. Las obras mayores en prosa desarrollan el
contenido sustancial de los poemas y se convierten en una ‘declaración’, como el
propio autor lo menciona. De esta manera se combina muy bien la emotividad del
espíritu en el poema y la profundidad del intelecto en lo que reflejan las
declaraciones, de modo que san Juan de la Cruz cuenta con la experiencia
mística y la maestría de la palabra para expresar esa experiencia por medio del
poema y explicar en conceptos su
contenido valiéndose de la prosa. Ningún poeta ha sabido expresar, como san
Juan de la Cruz, esa unión íntima, amorosa y contemplativa que une al alma con
su Creador. En su poesía se manifiesta de modo preciso el ansia permanente de
“estar a solas con el Amado”. Cada verso es una declaración, viva e intensa,
del deseo de transvivirse, de salir fuera de sí para encontrar y permanecer
junto a Quien el alma anhela de modo permanente y total.
Valgan, como ejemplo, algunos de los versos del “Cántico
espiritual”:
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ido.
Pastores, los que fueres
allá por las majadas al otero,
si por ventura vieres
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas;
no cogeré las flores,
ni temeré a las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras. (…)
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ido.
Pastores, los que fueres
allá por las majadas al otero,
si por ventura vieres
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas;
no cogeré las flores,
ni temeré a las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras. (…)
Entre los poetas de nuestra lengua, quizás ninguno haya
traído desde tan adentro la voz y la haya cantado tan bien hacia fuera como
Juan de la Cruz. La fuerza en sus canciones, en su palabra, es huella, rastro
de lo divino, estela de algo mayor que hace posible vivir mejor. Todo en él es
invitación a dar un paso más, a entrar, a caer en la cuenta. A descubrir que
todos somos poetas.
Leyendo la poesía de Juan de la Cruz, Pedro Salinas llega a
decir: no hay poesía más misteriosa en nuestra lengua que la de san Juan; pero
al mismo tiempo, ninguna más reveladora, ninguna menos confusa e incierta.La vida no es plana, un misterio la atraviesa. Descubrir poetas, creadores, compañeros que saben bajar a beber a las fuentes más hondas, alumbra e inspira. Es necesario transformar el presente y no bastan fuerzas y esfuerzos, necesitamos también alma y fuego.
Desde esta ladera, Dámaso Alonso decía que en la poesía de
san Juan se condensa uno de los mayores torrentes de luz y de calor que haya
producido el espíritu humano. Y añadía que en este mundo, donde hay mares de
sangre, su poesía aportaba sentido y consuelo.
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