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Nada humano me es ajeno

martes, 14 de enero de 2014

Apunte breve sobre ética (τὰ ἠθικά)

Como nada parece estar claro en esta convulsa sociedad en la que vivimos (yo me retiraría, si pudiese)...
Como cada uno dicta, a su antojo, normas que hemos de acatar sí o sí (a mi me importan un bledo las que no son buenas)...
Como la máquina política maneja con tremenda ordinariez e indecencia a los ciudadanos (paso de políticos que no de política en su sentido genuino)...
Como todo-todo es tan-tan relativo que uno se organiza su propio régimen social-religioso-político-familiar-laboral-relacional...

Me pregunto: ¿son las normas éticas el resultado de convenciones, pactos o tradiciones culturales? Aclaro que "τὰ ἠθικά" es la suma de "frónesis, areté y eunoia, según Aristóteles, a quien me remito. 


 Y me contesta don Leonardo:


 El "pactismo" es una doctrina bastante abundante en la edad moderna; recuérdese, por ejemplo, el contrato social de Rousseau.
Pero si las normas éticas fueran puras convenciones, o lo que es peor, si fueran naturales en el sentido biológico (como la leona cuida a sus cachorros), entonces no se pueden tomar en serio, porque no concernirían mi libertad trascendental.
O las cumpliríamos necesariamente (como hacen los leones) o consistirían en un ajuste, todo lo democrático que se quiera, a un destino impuesto.
Sin embargo, el destino no se impone al ser libre. El ser libre se destina a su destino y las leyes éticas son las leyes del ser libre para ser libre, para destinarse: "haz el bien para crecer".
El hombre libre debe encontrar el bien y capacitarse al amor, queriéndolo, libremente.
Si estas leyes no existieran, si no tuviéramos el deber de buscar el bien y de crecer en el amor, seríamos animales.
El que considera la ética como un código pactado de conducta para que los lobos no se coman a los lobos, o para que juntos vivamos mejor, limita su horizonte a la biología. Se reduce a vegetar, a rumiar y, a lo más, a procrear.
Esto es gravísimo para el ser que va más allá de su especie; para el ser que está abierto, por dentro. Y por fuera.

Por tanto, son perniciosos los pactos que atacan al hombre en lo más íntimo de su ser: el "bien para crecer".