Algunos existencialistas piensan que estamos condenados a ser libres, y que no tenemos más remedio que cargar con nuestro propio existir en el sentido de tenerlo que hacer, que es lo que significaría la libertad en su propia esencia.
El hombre se tiene a sí mismo como tarea, y, por tanto, tiene que cargar con su propio ser. Y ese cargar con su propio ser, asumiéndolo en una dirección u otra, es la libertad.
La libertad está grabada radicalmente por uno mismo y, entonces, en vez de ser una cosa excelente, brillante, alegre, comprometedora, se convierte en todo lo contrario: una especie de tarea asumida como algo agotador, estresante: tiene que realizarse a sí mismo con sus propios contados recursos. Y, además, esta realización depende él mismo, se tiene que autorrealizar. Esta aurorrealización genera un cierto miedo a la libertad; más que miedo, una valoración que no es positiva, porque la libertad se convierte en una desgracia: sería mejor no ser libre porque, al menos, si uno no tuviera esa libertad, estaría exento de esa apasionante y, a veces, difícil, de autorrealizarse.
Llegaríamos, entonces, a esa afirmación de Dostoievsky: "El hombre está condenado a ser libre; sin apoyo y sin socorro posible, se ve forzado a inventarse a cada momento a sí mismo. Y esa reducción del hombre a sí mismo, a falta de trascendencia, produce una constante angustia.
En situaciones límites, la elección de posibilidades es infinita. Tan dilatadas que, distendido por la la angustia, el ser prefiere no existir. No hay trascendencia en el vacío, sino trascendencia hacia algo que está por encima de la condición humana, que la sujeta y la rige".
Pero el hombre es un ser espiritual, su característica es la trascendencia. Y como la permanencia es la característica del espíritu, así la libertad es la característica de cualquier actividad humana. En la doble función de conocimiento y amor consiste su vida. Lo que el hombre ama es decisivo para esta vida. Y la facultad con la que ama, la libertad, es libre. Nada puede condicionarla a menos que el hombre se traicione a sí mismo.
El que busca en la libertad otra cosa que la libertad misma, está hecho para la servidumbre...
No se puede analizar y describir cabalmente el goce sublime de sentirse libre: es preciso vivirlo. Debe renunciar a que lo comprendan las almas mediocres que nunca lo han sentido. La libertad es algo consustancial al hombre, equiparada a la virtud. ¿Y qué es la virtud sino la elección libre de lo que es bueno?
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