El hombre es dueño de su
destino y, por eso, está capacitado para hacerse responsable de sí mismo y
cargar con las posibles consecuencias que tengan sus actos libres: “he de
llevar mi libertad en peso / sobre los propios hombros de mi gusto”. Estos
versos, que Marías repetía a menudo, expresan de modo excelente el significado
más profundo de la libertad. Mis decisiones podrían afectar al resto de la
humanidad y de la historia. Igualmente, algo que pueda realizar una persona muy
lejana a mí me puede afectar. Porque todo está conectado con todo a través de
causas impredecibles, es como el efecto mariposa en física.
Si es desde la razón, hay que aventurarse. Si es en medio de
un naufragio, surge la necesidad de bracear como uno pueda para sobrevivir.
Pero siempre el ejercicio de la libertad es una exigencia. Aunque sea en las
peores circunstancias, siempre existe una libertad: la que uno se toma.
En su obra “Cervantes, clave española”, Julián Marías comenta que
“Cervantes ve la vida como libertad”, como voluntad de aventura. Dijo
muchas veces ante las circunstancias más adversas “Tú mismo te has forjado tu
ventura”.
“La libertad es la
condición intrínseca de la vida humana, que es irrenunciable, porque si se
renuncia a ella también se hace libremente, ejerciendo esa misma libertad.
Pueden las situaciones reales reducir angustiosamente la libertad, pero no
anulan la condición libre del hombre, que se mantiene mientras vive”.
El fundamento de la libertad es “Yo sé quién soy”, frase que
aparece en el capítulo V de la primera parte del Quijote. Esta idea se encuentra referida, ante todo, al concepto de
“autenticidad”, al de identidad
personal, (yo soy yo mismo, en persona) y al reconocimiento del “proyecto
personal” como vocación: nos definimos por nuestros proyectos, esto es lo que
vemos en la personalidad de Don Quijote.
Cuando descubro quién soy, despierto a una nueva vida: la
mía, y me descubro a mí mismo, en mi mismidad, viviendo y sintiéndome vivir.
“Al decir “yo sé quien soy”, Don Quijote viene a decir: “yo sé quiénes soy o
quiénes podré ser”. Los dos elementos, las multiplicidades y el futuro son
esenciales. Se refiere a las hazañas que no se han realizado todavía pero que
dimanan de su vocación, de esa con la que se identifica y que es el núcleo de
su mismidad”.
Hay que despertar a una nueva vida: hemos de
reconocer que estamos pasando por las peores circunstancias. El problema está
en qué libertades son las que le dejan a uno tomarse para que esto
funcione. Porque ya no sabemos cómo
provocar el entusiasmo, ese fundamento de la vida necesario que parecen haber
perdido muchos.
Pero para provocarlo, “la primera condición es
sentirlo”. No podemos entender nada sin el entusiasmo, sin él no se
entiende la persona y entonces no se entiende la vida. El problema radica en
quién lo tiene y cómo es que si lo tiene no consigue contagiarlo cayendo todos
sus esfuerzos en saco roto. Por tanto, la cuestión en educación se reduce a
aprender cómo contagiarlo.
El otro lado del
problema es si hay personas dispuestas a dejarse contagiar, porque hay mucha gente que prefiere seguir dentro de la caverna
contemplando sombras, antes de dejarse contagiar por el impulso de aquél que le
anima a salir de ella para llegar a comprender de una vez por todas que “antes
es la luz que las tinieblas”. Prefieren no entusiasmarse demasiado, no siendo
que esto conlleve serios compromisos o entusiasmarse de modo pasajero con
aquello que no comprometa. Además hay quienes están empeñados en anular, como
sea, cualquier forma de entusiasmo por lo verdadero. Aquí es, por tanto, donde vemos que entra en
juego el papel de la libertad de cada cual, “contra viento y marea”.
Pero la libertad se encuentra amenazada, primero porque hay
gente realmente empeñada en hacer ver que no existe o empeñada en impedir su ejercicio,
anulándola o desanimando para que no se ejerza o diciendo que no vale la pena.
Hay que
estar despiertos ante estas posibles tácticas envilecedoras y a no renunciar al
uso de nuestra libertad. Si con Sartre se entiende la libertad como condena,
Marías nos invita a verla como una bendición.
De otras amenazas nos
advierte en su obra "La liberad en juego": por ejemplo, pueden hacernos creer que
ante una situación determinada somos libres, puesto que la hemos elegido
nosotros, pero en realidad está siendo utilizada como instrumento de control,
de dominio y opresión, y encima todo queda dentro del ámbito de la legalidad.
¿Es posible que una educación sentimental consiga hacernos
ver estos engaños? ¿Es posible contagiar entusiasmo para que la libertad llegue
a ser lo que tiene que ser, una libertad ilusionada? .
Hay que dedicarse mucho a concretar y definir correctamente
las palabras para que puedan ser usadas en su justa medida. ¿Se puede hablar de
liberalización del aborto y liberalización de la droga o hay que hablar en este
caso de socialización? ¿No será, nos dice, la aceptación del aborto el
resultado de una creencia social más que una idea filosóficamente fundamentada
y de la que cada individuo se hace responsable? ¿Se puede ser “libre de
abortar” o “libre para la eutanasia”? ¿Cómo es posible que se haya llegado a
creer esto el hombre de nuestra época?
Creo que la educación sentimental es el verdadero camino, en
ella están las bases para poder llegar a entender el verdadero sentido de estos
conceptos.